miércoles, 3 de agosto de 2016

El Estadio del Espejo (I)

La iconografía precolombina, la televisión y ahora Internet serían cada una expresión en su momento de lo que Jackes Lacan, el psicoanalista francés llamó “El estadio del Espejo”, etapa necesaria en la formación de identidad, en la proyección del “yo” que en la historia colectiva llamamos Nación, sentimiento que nos genera la pregunta 

¿qué es ser Colombiano? o también 


¿qué es ser latinoamericano?, cuya respuesta más conocida para nosotros, aunque difusa, la ha dado un argentino, Jorge Luis Borges: 


“ser colombiano es un acto de fe”.




El estadio del espejo, sería la huella psíquica que marca la diferencia entre el mono y el Homo Sapiens Sapiens, que Jacques Lacan introdujo en sus Escritos hacia mediados del siglo xx,  su concepción del estadio del espejo como formador de la función del “yo”: se daría en un bebé, entre los seis y los diez y ocho meses, cuando sin inteligencia instrumental, reconoce su imagen en el espejo. Extrapolando, recordemos nuestra imagen como Nación.

En apenas cinco siglos hemos tenido varios nombres, muestra del difícil trasiego en busca de identidad: a la llegada de los europeos fuimos con toda la América precolombina, las Indias Occidentales, porque Europa creyó haber llegado a Asia por el "otro lado". Luego nos bautizaron con pompa castellana la Nueva Granada, para ser como la vieja España, la de la cruz y la espada; más adelante, queriendo desprendernos y diferenciarnos de los españoles soñamos la Gran Colombia para redimir y compensar el olvido del almirante y enterrar sin pompa el enigma de Colón, de pronto opacado por el cartógrafo Vespucci, Americo; así alcanzó el orgullo hasta 1830 cuando nos separamos de Venezuela y Ecuador. 


Con la Constitución de 1853 que intentó consagrar la libertad de prensa "sin restricción alguna" y el libre porte de armas, una "Constitución para ángeles..." la calificó entonces Victor Hugo el escritor francés, nos pensamos los Estados Unidos de Colombia hasta la Guerra de los mil días perdiendo a Panamá. 


Finalmente desde la Carta política de 1886 nos llamamos solamente República de Colombia. Pero étnicamente a los antepasados nativos los llamamos "indios" y algo así despectivamente a todos los no blancos, desde quienes se sienten blancos. Descendientes de esclavos hoy son afro- colombianos, los demás nacidos aquí colombianos, los artefactos arqueológicos -las piezas y figuras de barro- son el retrato de los abuelos preColombinos.




¿Cuántos años cumplen Colombia y Sur América?

Resultado de lo anterior, tendríamos solo alrededor de 200 años, los Bicentenarios de cada país, para quienes identifican Nación con República, noción jurídica que con el espíritu legalista de la España del siglo xvi, la de la espada y el papel sellado, heredamos también con el “se obedece pero no se cumple”; para otros, en sentido más sociológico que jurídico, como Nación tendríamos algo más de 500 años, los que han pasado después que Europa nos “descubriera”. 


Pero si una Nación no se define sin el patrimonio inamovible que es su geografía, la Nación Colombiana o la Sur Americana tienen más de los 12 mil años que la academia tradicional considera como el principio del poblamiento de América a través del estrecho de Bering, fecha superada tras estudios de lingüística y arqueología molecular basada en análisis de ADN, cuyos avances menciona Tom Dillehay, de la Universidad de Vanderbilt (The Settlement of the Americas, A New Prehistory: 2000) y nos hace preguntarnos ¿esta historia tiene que re-escribirse? 


Sí, aún no sabemos definirnos como colombianos, apenas acertamos a recordar la frase aquella de Borges, escritor argentino, sin conocer bien su origen que se remonta a un cuento suyo, “Ulrika” en el que nos hace el honor de presentarse como colombiano al narrar su encuentro con ella en la ciudad de York, en Noruega.


Ante Ulrika, ella “de furioso oro” y con “aire de tranquilo misterio” él, personaje de su relato se presenta como Javier Otálora, profesor de la universidad de Los Andes, en Bogotá, aclarando que es colombiano, a lo que ella pregunta de un modo pensativo: ¿Qué es ser colombiano?,


No sé – responde él- Es un acto de fe.


-Como ser noruega –asiente ella. 


Antes Ulrika ha recordado que “Inglaterra fue nuestra y la perdimos, si alguien puede tener algo o algo puede perderse”.



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