martes, 26 de julio de 2016

Sur América ¿por qué somos olvido?

Karen Olsen, desde la Universidad de Cambridge ha postulado a Sur América como la zona menos conocida de este mundo. Tiene razón en cuanto a la ignorancia en el exterior sobre nuestro pasado, pero ¿por qué el olvido en nosotros mismos?


Algo grave, ha escrito Mauricio García de la Universidad Nacional de Colombia (Tener Presente el Pasado: 2007) recordando a Alexis de Tocqueville, pensador francés del siglo XVIII: “En aquellas sociedades en donde el pasado no ilumina el futuro, el espíritu marcha en las tinieblas”.  Labor difícil, expresa, porque América Latina es resultado de un choque cultural entre España y las civilizaciones indígenas que produjo una cultura en un estado de tensión permanente entre el “deber ser” que impuso el colonizador y el “ser” del colonizado vencido, tensión que para él generó una especie de esquizofrenia.

Ese olvido lo expresó en poesía Pablo Neruda con su Canto General (1968): “… El hombre Tierra fue, vasija, párpado / del barro trémulo / forma de la arcilla… en la empuñadura de su arma de cristal humedecido / las iniciales de la tierra estaban escritas /…Nadie pudo recordar después…”


Mirando hacia atrás, no desde la poesía, desde la razón, reconoce y critica la señora Olsen, que los académicos, de allá -y de acá, agreguemos- parten de un análisis etno-céntrico, el mismo de las élites conservadoras suscribiendo la visión del arqueólogo Británico V. Gordon Childe (1892– 1957) acerca de qué es “civilización”. Él partió de un análisis marxista: producción permanente con especialización del trabajo, poblaciones concentradas en centros urbanos, sociedad de clases con un grupo que controla los excedentes de producción y del trabajo para su beneficio, obras públicas monumentales como palacios, templos… son indicadores de “civilización”.

Gordon Childe incluyó otros elementos en su análisis: el conocimiento de los metales, el uso de la rueda y la existencia de escritura alfabética; con base en ello la academia -de allá y de acá, repetimos- excluyó el pasado precolombino como “civilización” temprana. El propósito del libro de Olsen (Ancient South America, Cambridge University Press, 1994) es un intento por rectificar esta visión presentando, en sus palabras “lo tremendo, único y aún exótico de la prehistoria de Sur América”. 



En verdad, hay errores de perspectiva, porque los preColombinos manejaron aleación de metales complejas -del platino con oro- antes que los europeos (Echeverry y Plazas; Secretos de El Dorado: 1989); conocían la rueda y los principios del círculo, aunque no usaron carros de tiro ni el torno para elaborar cerámica, como recuerda Sara Urazán en Cerámica, Imagen y Conocimiento (1999). Es cuestión de valores, de Patrimonio e Identidad cultural. Si no, Japón y China, sin escritura o memoria alfabética, están hoy todavía en la prehistoria.
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