Karen Olsen, desde la Universidad de Cambridge ha postulado
a Sur América como la zona menos conocida de este mundo. Tiene razón en cuanto
a la ignorancia en el exterior sobre nuestro pasado, pero ¿por qué el olvido en
nosotros mismos?
Algo grave, ha escrito
Mauricio García de la Universidad Nacional de Colombia (Tener Presente el
Pasado: 2007) recordando a Alexis de Tocqueville, pensador francés del siglo
XVIII: “En aquellas sociedades en donde el pasado no ilumina el futuro, el
espíritu marcha en las tinieblas”. Labor
difícil, expresa, porque América Latina es resultado de un choque cultural
entre España y las civilizaciones indígenas que produjo una cultura en un
estado de tensión permanente entre el “deber ser” que impuso el colonizador y
el “ser” del colonizado vencido, tensión que para él generó una especie de
esquizofrenia.
Ese olvido lo expresó en poesía Pablo Neruda con su Canto
General (1968): “… El hombre Tierra fue, vasija, párpado / del barro trémulo /
forma de la arcilla… en la empuñadura de su arma de cristal humedecido / las
iniciales de la tierra estaban escritas /…Nadie pudo recordar después…”
Mirando hacia atrás, no desde la poesía, desde la razón, reconoce
y critica la señora Olsen, que los académicos, de allá -y de acá, agreguemos-
parten de un análisis etno-céntrico, el mismo de las élites conservadoras suscribiendo
la visión del arqueólogo Británico V. Gordon Childe (1892– 1957) acerca de qué
es “civilización”. Él partió de un análisis marxista: producción permanente con
especialización del trabajo, poblaciones concentradas en centros urbanos,
sociedad de clases con un grupo que controla los excedentes de producción y del
trabajo para su beneficio, obras públicas monumentales como palacios, templos…
son indicadores de “civilización”.
Gordon Childe incluyó otros elementos en su análisis: el
conocimiento de los metales, el uso de la rueda y la existencia de escritura
alfabética; con base en ello la academia -de allá y de acá, repetimos- excluyó el
pasado precolombino como “civilización” temprana. El propósito del libro de
Olsen (Ancient South America, Cambridge University Press, 1994) es un intento
por rectificar esta visión presentando, en sus palabras “lo tremendo, único y
aún exótico de la prehistoria de Sur América”.
En verdad, hay errores de perspectiva, porque los
preColombinos manejaron aleación de metales complejas -del platino con oro-
antes que los europeos (Echeverry y Plazas; Secretos de El Dorado: 1989); conocían
la rueda y los principios del círculo, aunque no usaron carros de tiro ni el
torno para elaborar cerámica, como recuerda Sara Urazán en Cerámica, Imagen y
Conocimiento (1999). Es cuestión de valores, de Patrimonio e Identidad cultural. Si no, Japón y China, sin escritura o memoria alfabética, están hoy todavía
en la prehistoria.
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